[Monotonix @ Moby Dick Club. Madrid. 28.02.2011]
[Promotor: Houston Party]
Finiquitando el mes de febrero nos acercamos hasta el madrileño Moby Dick Club antes de que diesen comienzo los fastos de celebración de su ‘Especial XIX Aniversario’ (actuarán, entre otros, Ainara LeGardon, Grupo De Expertos Sol y Nieve, Chew Lips, L.A., Los Coronas y Eric Fuentes) para presenciar la primera actuación de los israelíes Monotonix en la capital. En un fría noche de invierno algunos curiosos merodeaban por los alrededores del recinto sin saber que el grupo no había llegado para realizar la típica prueba de sonido. Tras la apertura de puertas nos aferramos junto al escenario visionando, atónitos, que este se encontraba vacío. Los rumores se confirmaron pues el grupo no estaba aún en Madrid tras su concierto la noche anterior en la ciudad lusa de Lisboa presentando su última referencia larga Not Yet (Drag City, 2011). Pasada una hora de la inicialmente anunciada, el trío irrumpió con su equipo de manera pausada ante algún tímido aplauso, visualizando la sala y tomando contacto con los allí presentes. Después de poner dos amplificadores en el borde del escenario, el batería colocó su set en el suelo tras dudar en varias ocasiones sobre el destino final del mismo. El cantante, como sus dos compañeros, lució unos atrevidos rockys ochenteros que igualmente podían ser unos calzoncillos más deportivos de la cuenta. Tras un pausado montaje, se lanzaron raudos, veloces y descamisados hacia su descontrolado directo. Ya en la primera canción el frontman se lanzó sobre la espalda del batería, arengó al público cercano a su posición y se subió a una de las barras del local.
A partir de ahí la locura, el caos, el desorden, la perversión y la anarquía fueron la tónica de la noche. El barbudo y peludo personaje, micrófono en mano, lanzaba por los aires el contenido de todos los vasos que encontraba a su paso, le quitaba las copas al público, echaba los hielos de las cubiteras sobre la batería, destrozaba las pajitas y no dejaba nada sin arrasar a su paso. Y todo esto mientras cantaba, sí. Acto seguido su objetivo fue el propio merchandising del grupo, que regaló tras frotar las camisetas con sus partes delanteras y traseras y premiar con camisetas a quienes le cacheasen el trasero, lanzando por los aires todos sus vinilos y cds desde lo alto de la barra. Ni corto ni perezoso, cogió el bombo de la batería y lo lanzaba por los suelos rodando cual balón de playa, para posicionarse más allá siguiendo con su show. Saltos, vueltas, brazos en alto, hielos volando, vasos cayendo, sobacos y frentes comenzando a sudar, seguía la locura colectiva. Con tan solo un par de canciones interpretadas, los de Tel Aviv se ganaron a un público que reía y disfrutaba por igual junto con el alocado grupo. Las sensaciones se mezclaban con las ganas de fiesta, de locura, de excitación, de descontrol, llegando a límites de auténtico peligro.

Pero todo seguía su curso, con unos músicos que ejercían de maestros de ceremonias por cada rincón de la sala, tocando desde lo alto de las barras, desde la parte trasera y desde cualquier parte posible. Nada estaba preparado, todo transcurría sobre la marcha y todos cumplían con un objetivo: disfrutar al máximo. Indescriptible definir tanta locura colectiva, tanto éxtasis musical, tanta pasión, tanto apogeo, tanta entrega, tanto sudor, tanta lucha, tanto misterio, tanta fuerza. Bromas sobre los equipos de fútbol españoles, comentarios sobre las ciudades, risas, sonrisas y cerveza volando, hielos por todas partes, sudor, carreras, saltos y vítores de a penas medio centenar de afortunados asistentes que podremos contar orgullosos dentro de unos años que lo vivimos en primera persona, pues lo acontecido fue épico, como poco. Y no exageramos, pues tras el vuelo del cantante sobre el respetable mientras era llevado en volandas y aporreaba la caja, bajó de las alturas, puso los pies en el suelo, hizo un montón con el backline y lo derribó cual bolos al final de una pista. No nos quedan palabras para describirlo, pero desde ahora Monotonix ocupan un lugar muy grande en nuestro corazón.

[Texto]: Alfredo Rodríguez
[Fotografías]: Alfredo Rodríguez