Roskilde 2024

Como ya es tradición, el equipo de Musicazul nos desplazamos a tierras nórdicas para asistir al festival de Roskilde, uno de los mayores eventos musicales de Europa. Nueve días de música y fiesta, culminados con los cuatro días del cartel principal, que este año tenía como cabezas de cartel a Foo Fighters, Jane’s Addiction, Skrillex y Aurora, entre otros. Pero vamos por partes. Como casi siempre, la aventura comienza con la llegada a Copenhague y la visita a los restaurantes y bares de la capital danesa. Este año probamos las magníficas hamburguesas de Gasoline Grill, el brisket y las cervezas artesanas de Warpigs, y terminamos, como de costumbre, en The Moose, un local de culto de la noche de Copenhague.

Primera jornada – Miércoles 3 de julio

El primer día del festival empieza con el montaje de la tienda de campaña y el aprovisionamiento de alcohol y víveres para sobrevivir a cuatro días de auténtica locura. Una vez lista la intendencia, nos dirigimos al recinto del festival. Este año arrancamos con Sam Lee en el escenario Gloria. Sam es un coleccionista de canciones folk británicas, lo que en España podría ser Joaquín Díaz o, más recientemente, La M.O.D.A. con su nuevo cancionero burgalés. Una de las canciones que interpretó la había descubierto en un pub de pueblo con olor a moqueta y cerveza, de la voz de un viejo parroquiano borracho de nostalgia. Del folclore pasamos al disco de la mano de Jessie Ware en el escenario Arena, iluminado por los últimos rayos de la tarde, que creaban un ambiente mágico mientras sonaban éxitos como What’s Your Pleasure? o Spotlight. Pero lo mejor lo dejó para el final, versionando Believe de Cher y su propio Free Yourself.

Después de la obligada parada para cenar en el festival, que cuenta con una de las mejores ofertas gastronómicas del panorama europeo, nos dirigimos al escenario EOS para ver a Frank Carter & The Rattlesnakes. Esta banda de punk rock británica ya había pasado por Roskilde en 2016 presentando su primer disco; ahora llegaban con su quinto álbum, demostrando una mayor madurez, aunque sus conciertos siguen siendo una auténtica locura, con Frank entregándose al público, literalmente. Tras los pogos y bailes, fuimos a uno de los platos fuertes del día: Bar Italia, en el escenario Gaia. Los británicos fueron de menos a más, con temas como My Little Tony, Nurse o Rage Quit, hasta terminar con Skylinny.

Sin movernos de escenario, descubrimos la sorpresa del día: Snooper, una banda de punk rock de Tennessee que nos hizo bailar, saltar y sudar. Tal vez por eso acabamos comprándoles unas camisetas y charlando un buen rato con el guitarrista de la banda. Para cerrar la jornada, estrenamos el escenario Arena con Heilung, una banda de folk metal cuya puesta en escena es tan espectacular que te transporta a un universo que bien podría ser el otro lado del Muro en Juego de Tronos. De vuelta al camping, empezaron a caer las primeras gotas de lluvia, una premonición de lo que sería la tónica del festival.

Segunda jornada – Jueves 4 de julio

Gracias a la lluvia y a que la tienda aguantó perfectamente, pudimos descansar hasta bien entrada la mañana. Tras el ya clásico desayuno roskildiano de cerveza y fuet, nos dirigimos al escenario Arena para ver a los daneses Zar Paulo, una banda que descubrimos gracias a las redes sociales del festival y a una mini entrevista que despertó nuestra curiosidad. Ya habían tocado el año pasado en los escenarios para bandas emergentes y no nos defraudaron. Salimos convencidos de que, en unos años, será casi imposible verlos de cerca por la cantidad de gente que llenará el Arena. Después fuimos al EOS para ver a While She Sleeps, pero el concierto se retrasó debido a una balsa de agua que se había formado en el techo del escenario. Cuando la cascada terminó, comenzó el chorro de voz de Laurence Taylor, que volvió a calentar al público con temas como Self Society, Self Hell y Systematic.

Tras el retraso, decidimos comer cerca del escenario para ver a Belle and Sebastian. Hicieron un repaso a su trayectoria y lograron conectar con dos generaciones, padres e hijos, creando un ambiente único. Nada que ver con el concierto que dieron unas semanas antes en Madrid, donde, debido al calor y la hora, el público se apiñaba a la derecha del escenario buscando sombra. Sin embargo, en Roskilde, el sol fue bien recibido y creó una atmósfera extraordinaria. Se veían sonrisas entre la multitud mientras se coreaban canciones como Get Me Away From Here, I’m Dying o I Want the World to Stop, pero la felicidad completa llegó cuando el público subió al escenario para cantar The Boy With the Arab Strap.

Mientras esperábamos la aparición de The Beaches, empezó a llover de manera colosal. Intentamos refugiarnos en la carpa del Gaia, pero nos quedamos justo en el vértice, sin poder avanzar ni retroceder, así que el agua nos cayó encima como si nos estuvieran regando con una manguera. Tuvimos que refugiarnos y secarnos en un autobús de cerveza Tuborg, donde, además de esperar a que escampara, aprovechamos para beber jarras y jarras de la «cerveza de los reyes daneses». Además de perdernos a The Beaches, no encontramos fuerzas para ver a uno de los cabezas de cartel del día, 21 Savage. Así que hicimos tiempo hasta el set de Skrillex, quien, con su combinación de música electrónica y pirotecnia, hizo las delicias de la multitud congregada en el Orange. Sin embargo, a nosotros no nos emocionó demasiado, así que decidimos terminar la noche con Angel Du$t en el Gaia, donde los renegados de la música electrónica pudimos disfrutar de pogos, bailes y rock and roll.

Tercera jornada – Viernes 5 de julio

Y llegó el viernes, las nubes permitían un despertar tranquilo, pero al procurar el desayuno en la tienda más cercana, recordemos, cervezas y fuet, nos alertamos al ver que las existencias de la ginebra de garrafón habían desaparecido, mientras pensábamos en quienes eran los culpables (esta juventud…), un intrépido grupo se aventuró al más lejano Netto, donde, quizás por su cercanía a la antigua fábrica danesa de destilados, pudimos proveernos de lo necesario para los siguientes días. Salimos todos a la sombra de la bandera, era el día en el que España jugaba contra Alemania en la Eurocopa, y vestidos de rojo. Con estas pintas fue fácil hacer amigos con los daneses con los que vimos a Aurora. La joven cantante noruega infectó con una sonrisa al público del Orange, que se dejó llevar por su voz y ritmos pegadizos. Una vez despachada la noruega, continuamos con Kim Gordon que presentaba su último disco. El concierto fue como el disco, inclasificable y obtuso. Así que la dejamos antes de tiempo para preparar la previa al partido.

Y así fue como nos juntamos en la zona de prensa con el contingente de prensa alemana, todos muy organizados y con los portátiles conectados con la televisión alemana. La tensión se palpaba en el ambiente, y los 90 minuti fueron molto longo para el contingente español que vio como los alemanes acariciaban una victoria injusta. Pero todo salió bien, Merino marcó en la prórroga y ya estábamos listos para celebrar la victoria. Y si alguna banda era la indicada para la celebración, esa era Foo Fighters. Dos horas y media de concierto parecieron pocas, la energía de Dave Grohl y la banda amplificaba la nuestra y nos dejamos llevar, saltando, bailando y coreando los hits del grupo. Dave, seguramente ajeno al partido, se tomó un momento para recordar a los puretas daneses aquella mítica victoria de Dinamarca sobre Alemania en la Eurocopa del 92. Curiosamente, muchos de ellos nos felicitaban por nuestra victoria mientras lamentaban que, esta vez, Alemania los hubiera eliminado días antes. El punto álgido de la jornada había pasado, pero el día no acabó ahí, acabó en los campings abiertos, donde la nostalgia de nuestro primer Roskilde siempre golpea más fuerte, donde bailamos en improvisados escenarios, donde los abrazos se funden en sonrisas, donde nuestras botas se vuelven a hundir en el barro, justo como en nuestra primera vez, hace 17 años.

Cuarta jornada – Sábado 6 de julio

El último día también trajo lluvia y retrasó nuestra llegada al recinto, donde nos dirigimos a ver a la única artista española en el festival, Bad Gyal. Se acercaban negros nubarrones y nosotros que ya habíamos aprendido la lección buscamos cobijo. Así que la buena de Bad Gyal se quedó sola bailando en el EOS, lo que llevó a la organización a suspender la actuación, y cuando finalmente se reanudó no pudo ser disfrutada plenamente por los jóvenes daneses que buscaban a la nueva Rosalia. Con el sol ya luciendo en Roskilde, nos adentramos en la carpa del escenario Arena a ver a los brasileños Bixiga 70. Trompetas, saxos, bajos y tambores, pero también la humedad y el sudor, nos transportaban a una selva tropical donde bailar con una gran sonrisa puesta los ritmos africanos, caribeños y latinos que mezcla el grupo con destreza. Y de la selva cruzamos a un antro irlandés, donde Lankum nos meció con sus revisadas canciones folk, que tocaron en su estilo, con lentitud, repetición y profundidad. A mitad del concierto, la gravedad que transmitieron se transformó en protesta. Radie Peat, el cantante, se dirigió al público danés para rechazar las atrocidades que Israel estaba cometiendo en Gaza, y el apoyo danés a Israel. Protestas a las que el público se unió haciendo una peineta a su gobierno. Poco después del concierto, también se uniría a las protestas la borrasca fina, que dejó el último diluvio del festival. PJ Harvey trajo la calma al escenario principal, a donde subió más tarde de lo planeado debido a las lluvias. En esta nueva encarnación, Polly Jean se ha juntado con John Parish, el de toda la vida, y otro grupo de croonies. El concierto comenzó con canciones más íntimas, Prayer at the Gate, The Words That Maketh Murder, que requerían la concentración del público para ser paladeadas. La intensidad se fue elevando poco a poco, 50ft Queenie ayudó a ello, pero el concierto nunca acabó de despegar del todo.

El siguiente directo prometía ser el plato fuerte para los puretas como nosotros, Jane’s Addiction. Para disfrutarlo como si fuéramos jóvenes, nos fuimos rápido a primera fila. El histrionismo de Perry Farrel se disfruta mejor cuando se le pueden ver las arrugas de la cara. Su voz no es la misma de antaño pero se mantiene a un nivel alto y con la misma capacidad de transmitir. El virtuosismo de Dave Navarro sí que estaba como el primer día, reluciendo en los temas que tocaron como Jane Says, Three Days, y la canción con la que acabaron el concierto, Been Caught Stealing. Este año la guinda hardcore del festival la pusieron The Armed, una banda que consiguió revivir a los zombies que quedábamos a las 1.30 de la mañana, tras 4 días de festival. Y es que es fácil, dale al bombo, arrea la guitarra y berrea, que ahí nos encontrarás como si fuéramos adolescentes. La banda de Detroit es una amalgama de personas con roles fluidos, ¿qué hacía esa chica con apariencia frágil y mini-pantaloncillos ahora gritando y después aporreando la guitarra? ¿Quién era el guitarrista principal? ¿por qué no tocaba la guitarra ahora? El festival podría haber acabado en ese momento para nosotros, estábamos exhaustos, contentos, pero también rejuvenecidos. Así que había que apurar el festival.

Las opciones eran pocas, desafortunadamente la más apetecible, el techno-dance-punk de Overmono atrajo a más gente de la que cabía en el Apollo y nos quedamos fuera. Así que nos atrevimos con el proyecto artístico del dúo femenino Decisive Pink. Como referencia, una de ellas, Angel Deradoorian, tocó cinco años con los Dirty Projectors . La pareja subió vestidas de gimnastas, y según sonaban las bases programadas se turnaban haciendo ejercicios de expresión corporal, cantando y tocando la guitarra eléctrica. Un acto para los muy cafeteros a estas horas de la noche. Y con esa surrealista nota artística  cerramos el festival. Habíamos quemado toda la gasolina acumulada en forma de hamburguesas, briskets, espaguetis, pizzas y fuets, y nos quedamos con la sonrisa de haber vivido otro glorioso Roskilde.

Texto: Andrés y Francisco Moreno García
Fotografías: Roskilde